Mi CEO Pareja

Mi CEO Pareja

Terminado

Hombre Lobo

Introducción
Mallory pensaba que era una chica humana común hasta que conoció la existencia de los hombres lobo. La madre de Mallory le pidió que enviara un expediente a su padre, que tenía una reunión en el hotel. Cuando llegó allí, un infame pervertido rico la obligó a meterse en la cama y le contó el trato que su madre había hecho con él: Si ella pasa una noche con él, la empresa de su padre obtendrá una gran cantidad de inversiones. Mallory abofeteó al hombre y huyó del hotel. Sin embargo, la echaron porque se negó a implementar su plan. Sin hogar y sin esperanza, salvó a un lobo herido, que se convirtió en un guapo sin ropa y dijo que Mallory era su pareja...
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Capítulo

Mallory:

—Mallory, te dije que limpiaras mi vestido blanco. ¿Lo hiciste? —Shamila entró a la cocina y me preguntó con exasperación.

—Sí, Shamila, está en tu armario, primer cajón —le contesté mientras cortaba las verduras.

—Bueno —dijo Shamila de mala gana y poniendo los ojos en blanco, después de eso se fue. Ella es solo un año menor que yo, pero se cree la reina de la casa.

—¿Todavía no has terminado de cocinar? ¿Por qué eres tan lento? ¿Quieres matarnos de hambre? —tronó la voz de mi mamá, irritada, mientras dejaba una carpeta en el mesón—. Quiero que lleves estos documentos a esta dirección después de que termines.

—Mamá, tengo que estudiar para el examen de mañana.

—Tu padre necesita que lo ayudes ahora que está pasando por problemas en el negocio —me respondió con enojo—. Tiene una reunión con un cliente importante en este hotel y se olvidó de algunos papeles. Termina con la comida y ve.

Quería protestar, pero supuse que tenía razón. Papá estaba pasando por momentos difíciles y tenía que ayudarlo. Asentí con la cabeza sin decir otra palabra. Diez minutos después, serví la comida y revisé la dirección del hotel. Nunca antes había ido, pero estaba a media hora de la casa, lo que significaba que si salía ahora podría regresar antes de las nueve y todavía tendría tiempo para estudiar. Suspiré de alivio.

—Tengo que irme ya, entonces —susurré mientras revisaba que el nombre y habitación por última vez: Hotel Selvas, habitación trescientos dos.

—¿Vas a salir así? Creerán que no te damos dinero para vestirte —se quejó mi mamá antes de que pudiera abrir la puerta y me tiró un vestido rojo a la cara. Me le quedé mirando porque era más revelador de lo que normalmente usaba, pero tampoco quería molestarla, así que me lo puse antes de irme.

...

Después de media hora, llegué al Hotel Selvas, este lugar era conocido por ser el más caro de la ciudad. Entré y le pregunté a uno de los meseros por la habitación trescientos dos. Este se me quedó mirando con intensidad y me moví un tanto incómoda al reconocer que el vestido estaba atrayendo atención no deseada. El mesero se recuperó y me mostró el camino.

Al llegar a la habitación, toqué con suavidad un par de veces pero al nadie responder, probé abrir la puerta y me sorprendí cuando la encontré sin llave. La habitación estaba sumida en la oscuridad, entré y llamé a mi papá, pero nadie me respondió. Supuse que estaba en la habitación equivocada, así que me dirigí a la salida cuando alguien me agarró de la muñeca y me jaló hacia su cuerpo.

—Déjeme ir —dije, con miedo, pero el hombre comenzó a reírse histéricamente. Me asusté peor y temí por mi vida.

—Me he equivocado de habitación, no soy la persona que busca, por favor, déjame ir.

—¿No eres Mallory?

—Ese es mi nombre, pero ciertamente no soy la persona que esperas.

—Dime, ¿por qué viniste aquí hoy? —me preguntó con una sonrisa burlona. Le respondí que mi mamá me había enviado a entregarle unos documentos a mi papá.

—¿Tu mamá es Acalia Salazar?

—¿Cómo conoces a mi mamá? —le pregunté encarándolo y caí en la cuenta de que estaba con Juan Vegara. Un viejo verde de cincuenta años que siempre estaba rodeado de jóvenes hermosas. Casi se me fue el alma en ese momento.

—Creo que ya lo debes saber, ¿no? —me preguntó mientras me empujaba contra el sofá. Me quedé mirándolo con duda y él sonrió ampliamente.

—¿En serio no se te ocurre nada?

—¿De qué estás hablando?

—Tu padre acaba de entrar en bancarrota, ¿no? —me dijo a lo que asentí, perdida en la conversación—. Hice un trato con tu mamá, yo le di dinero y ella me dijo que podía tener a su hija por una noche. No te preocupes, pequeña, disfrutaras en todo momento, te lo prometo.

Solté un grito de pavor y comencé a moverme para escapar, pero se me tiró encima y me agarró las manos por encima de la cabeza.

—¿Mi mamá me vendió? No puede ser —dije con lágrimas en los ojos mientras seguía peleando para liberarme. Mi mamá no me odia tanto, ¿verdad?

—Sí, por un millón —dijo con malicia antes de agachar su rostro a la altura del mío. Nunca antes me había pasado algo similar, aunque seguía peleando tenía mucho miedo y quizás eso no me estaba ayudando.

—Estás mintiendo, mi mamá nunca haría eso —le grité.

—¿Cómo crees que conocí a tu mamá en primer lugar? —se burló antes de taparme la boca. No podía pensar con claridad, no podía gritar tampoco, pero tenía que ser fuerte. No podía dejar que este pervertido ganara. Logré liberar mi pierna y lo golpeé en la entrepierna. Me soltó inmediatamente y salí corriendo hacia la puerta.

Justo cuando estaba a punto de llegar, se interpuso en mi camino y me miró con la cara roja del enojo.

—¿Crees que puedes escapar después de golpearme en mis joyas? Te haré pagar —soltó antes de abofetearme y caí al suelo un tanto mareada—. Pagué por ti, así que no puedes escapar, eres mía.

Se agachó para posicionarse encima mío de nuevo y me desgarró el vestido. No iba a dejar que este hombre me vi*lara, busqué por encima de mi cabeza por algo, lo que fuera, y encontré un jarrón. Lo agarré y lo golpeé sin pensarlo, gritó de dolor pero no me importó. Me levanté para salir corriendo de la habitación tapándome lo mejor que podía.

La gente se me quedó viendo, pero no me importaba. Estaba tan asustada y avergonzada que no dejé de correr hasta que llegué al estacionamiento en donde ubiqué mi auto y salí conduciendo despavorida. No sabía a dónde ir, no podía ver bien por las lágrimas y no podía dejar de escuchar las palabras del pervertido en mi cabeza que decía que me habían vendido.

No sabía qué pensar sobre lo que había pasado, pero tampoco podía regresar a la casa. Me estacioné después de unos minutos y comencé a llorar.

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